'El Leviatán', de Joseph Roth

Publicado originalmente en "Carmen y amigos". Aquí tienes el enlace. 


"En la pequeña cuidad de Progrody vivía en otro tiempo un comerciante de corales, conocido en toda la región por su honradez y la excelente y fiable calidad de sus géneros."
 
Una tentación llegó a su tranquila vida, de la cada vez se sentía más descontento, de la mano del marinero Komrover, al que Piczernik acompaña sin tregua en su estancia de permiso en Progrody y al que atosiga con incesantes preguntas sobre el mar, los barcos, el fondo marino, los vientos, las mareas,... Su hasta ahora escondida pasión se va revelando y adueñando de él y el comerciante, cual adicto, se entrega, se deja arrastrar. Y, siguiendo con el símil necesita cada vez más y más poder satisfacer su ansia de saber, de conocer, de ver. Sus costumbres religiosas, su vida familiar y su comportamiento en la tienda se ven resentidos. Comienza la caída de Piczernik hacia esa profundidad marina en donde se esconde el Leviatán, ese mítico monstruo marino cuidador de los corales pero también, en términos religiosos, reencarnación del propio Satanás.

Joseph Roth Photo by: 1894-1939
 
Pero aún se presenta otra tentación, en esta ocasión en forma de comerciante húngaro. Jenö Lakatos se asienta en Suchky, pueblo cercano a Progrody, abre una tienda y muestra ser una fuerte competencia para Piczernik. Lakatos también vende como él corales pero a un precio muy inferior al de los del comerciante judío; los corales de Lakatos no son auténticos sino hechos de celuloide. Y la tentación se vuelve codicia y, ya que la clientela se ha visto seriamente mermada, Piczernik como compensación decide mezclar los corales falsos con los corales auténticos, la pasión a la que ha entregado su vida.
Piczernik ha engañado a sus clientes y se ha traicionado a sí mismo y a sus corales. Y si uno se traiciona a sí mismo, ¿qué le queda? ¿Qué le queda al una vez honesto, respetado y querido Piczernik?

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