"El sueño del celta", de Mario Vargas Llosa.



No soy un liberal convencido. Sigo pensando que unas gotas de socialdemocracia siempre vienen bien. Sobre todo en nuestros países del tercer mundo (que son los más). Pero incluso en Europa o en USA un poco de intervención gubernamental en beneficio de los menos favorecidos no viene mal. En cualquier caso, respeto a muchos pensadores liberales y, en cuando a Mario, no sólo disfruto como un chino con cada una de sus obras: también simpatizo con los planteamientos éticos detrás de las mismas.
Explícitos o no.
Para más inri, tampoco simpatizo demasiado con los nacionalismos ("desarraigo", me han diagnosticado. Exceso de viajes y mudanzas en la vida) y resulta que el "sueño del celta" es el de un patriota irlandés, rabiosa, radicalmente nacionalista, Sir Roger Casement (Dublín, 1864 - Londres 1916), ennoblecido primero y ejecutado después por la Corona Británica.
Sir Roger fue uno de primeros europeos que tuvo conciencia (o uno de los primeros que demostró que le importaba) de las arbitrariedades (una palabra probablemente muy suave) de las potencias europeas en los países colonizados. Casement viajó al Congo Belga a los 19 años, con la cabeza llena de "pajaritos preñados". Ahí descubrió y denunció las barbaridades del sistema colonial belga, donde las autoridades practicaban la tortura, mutilaciones, castigos corporales y asesinatos.
Luego, ya famoso, trabajó en Liberia, fue cónsul en Maputo y en 1910 fue enviado por el Foreign Office al Perú, a una explotación cauchera en la Selva del Putumayo. Ahí descubrió una serie de abusos y tropelías en todo semejantes a las que había conocido en el Congo. Al regresar a Europa (tras denunciar y echar a pique a la empresa responsable de los abusos), Casement se involucró con la causa de la independencia irlandesa, cometiendo el error de pactar con los alemanes cuando empezaba la I guerra mundial. Fue condenado por traición (y por homosexualidad) y condenado a muerte.
Todo esto, narrado con la pasión y el talento del Nóbel peruano. Liberal, sí. Pero con méritos literarios y morales para ser disculpado por ello.

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