Una vida de perros.

Empezaré por decirte que, en mi opinión, Pérez Reverte es un gran escritor. Y para hacer tan rotunda afirmación me baso en el placer que encuentro en sus libros. Todos ellos, todos, me parecen tremendamente entretenidos. Y, "además", están muy bien escritos. En ese orden de importancia.
Por supuesto, estoy consciente de que muchos críticos y bastantes lectores consideran que el estilo, la calidad de la escritura, es la verdadera seña de identidad de un escritor de gran talla. La anécdota, para ellos, es apenas un pretexto. Un telón de fondo sobre el cual exhibir la maestría estilística del escritor.
Yo no lo creo así.
Dicho eso, te contaré un par de cosillas sobre "Los perros duros no bailan".
Para empezar, es una novela dura. Lo que nos cuenta es, en sentido literal, una "vida de perros". Las andanzas de "Negro", un perro de pelea retirado, cruce de mastín español con fila brasileño, abocado a la búsqueda y rescate de una pareja de canes amigos suyos, secuestrados por una banda dedicada a las peleas clandestinas de perros. El rescate es Pérez Reverte puro, nada Disney. Una hazaña realmente sangrienta. E inmediatamente después, Teo, un mastín, uno de los perros rescatados por Negro, se convierte en un Espartaco canino y, al frente de una jauría de perros asilvestrados, rescatados de los clandestinos campos de batalla, vive una juerga de libertad y sangre. Maltratados una y otra vez, los perros protagonistas sin embargo, no lo son por el autor. Se capta de inmediato que éste ama a los canes. Más de un amigo de esa raza debe haber tenido.
Llama la atención lo mucho que se parece el héroe  de esta historia a los de las otras novelas del autor. Siento que Alatriste, por ejemplo, es un alma muy próxima, muy cercana, a la de este "Negro", tan vapuleado por la vida. Quizás, en el fondo, ambos sean perros de pelea.

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